E.G. Yo siempre me embriagué de luz.
Imagino que siempre he sido fotógrafa, pero no lo sabía. Siempre he hecho fotos y sí, mis primeras imágenes responden a un deseo de inmortalizar el tiempo que se escurre entre mis manos.
Mi nacimiento como fotógrafa, que no mi conciencia como tal, podría fijarse en Kiev. Allí me compré mi primera cámara réflex y allí se forjó mi mirada, seguramente propiciada por lo diferente de la cultura y por la soledad que me acompañó en mis primeros, fríos y oscuros meses en esa ciudad.
Allí aprendí a mirar hacia fuera, a observar con lentitud. Con los años aprendería a mirar hacia dentro al tiempo que mi fotografía se tornaría cada vez más introspectiva, más atmosférica, más críptica, ambigua y oscura, con pequeños lapsos de explosión de color. Me gusta la fotografía juguetona, la que invita a la adivinanza y a la multiplicidad de significados.
Si bien nunca he dejado de hacer fotos, la construcción de mi yo fotógrafa sería un proceso largo que no eclosionaría hasta la triste y forzosa calma del 2020, un periodo de inflexión para la gran mayoría. Es en ese momento cuando el material acumulado a lo largo de 15 años cristaliza en varios proyectos y en una página web. También aparezco en redes por primera vez como fotógrafa.
Hacer fotos para mi es una necesidad, los impulsos de mi niñez por atrapar el tiempo, siempre temerosa de una memoria que se desdibuja, han derivado con los años en un responder al guiño de la luz, en un dar continuidad a la belleza que huye, que se escapa.
Sería hermoso decir que comienzo mis sesiones de laboratorio con una misma canción, a modo de mantra introductorio de ese ritual químico y alquímico en el que la luz se abre paso entre las sombras, como si penetrase dentro de un dolmen para fecundar la creación.
Pero no es así.
Mi curiosidad es monstruosa y mi pasión por la música doliente.
Mis gustos son muy amplios y diversos, pero si hay una música que me visita de manera recurrente es la de “Le royaume oblié” de Jordi Savall, que independientemente de su importante significación histórica y espiritual es una joya que te transporta, que te envuelve con su belleza atemporal, y donde los sonidos, las lenguas, viajan y se entremezclan.
El tema que he escogido es “A chantar m'er de so qu'ieu non volria” (Debo cantar una canción que preferiría no cantar), una canción en occitano de la trobairitz Beatriz de Dia, la única pieza trovadoresca compuesta por una mujer que ha sobrevivido intacta hasta nuestros días,
https://www.youtube.com/watch?v=4NACeUqS2D4
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